Mano dura
Este palo de amasar lo fabricó Ciro Nonis, dueño de una fábrica de pastas. Lo usaba con mucho amor. Otros, no tanto…
Testimonios
Importante
cocinera. Chef de Chila en un tiempo. Hoy da clases y asesora en Barcelona
Esa noche
tenía que realizar los siete postres del servicio bajo la supervisión de
Molines, chef patissier de Paul . Entonces el coordinador me explicó el
procedimiento, me entregó las herramientas y me puse a trabajar. En medio de la
producción, promediando el tercer postre, necesité una cuchara para hacer una
quenelle y, como no la encontré, me estiré un par de metros y tomé la que mi
compañero no estaba usando. Segundos después comencé a sentir unos golpes en
los tobillos: era Molines, que me estaba pegando en los talones con un palo de
amasar, el mismo que segundos después con un marcador indeleble delimitó el
metro cuadrado donde debía trabajar y me dijo, con alevosía, que de ahí no me
movía, y que para la próxima, si necesitaba una cuchara de más, lo pensara
antes del servicio”
“Cada noche salía llorando, llamaba a casa y mamá me decía que aguante” “Después cuando trabajé en España también me maltrataron bastante, por ser mujer y por ser sudamericana. Ahí me propuse no volver a repetir esta estructura”
Rene
Redzepi
chef
propietario del multipremiado restaurante danés Noma.
“Vi muchas
cacerolas volar a través de una cocina, chocando contra alguien que estaba
haciendo su trabajo con demasiada lentitud. No era raro para mí ser llamado
'estúpido inútil' o algo aún peor. Sentí el uso de la intimidación y la
humillación sobre los cocineros, para exprimirlos y obtener buenos resultados.
'Yo nunca voy a ser así', pensé, hasta que tuve mi propio restaurante. Y
entonces un día la tapa salió volando. Así fue como me habían enseñado a
cocinar, y así era la única manera en la que sabía hacer llegar un mensaje”
“Ahora mismo, cuando más expuestos estamos y el público espera más de nosotros, aparecen las preguntas más profundas. ¿Hay todavía espacio para tipos como yo, que comenzaron antes de esta nueva era? ¿Qué pasa con quienes hemos sido entrenados en esos ejércitos franceses del dolor? ¿Cómo podemos solucionar el gritar y gritar, el abuso físico y psicológico con el que hemos machacado a nuestros jóvenes cocineros? ¿Cómo deshacer la cultura de machismo y misoginia en nuestras cocinas?”.
Leo
Azulay
chef
propietario de Sudestada
Antonio
Soriano
chef del
Palacio Duhau
“En Francia a mí me pasó de todo, me ensuciaban la chaqueta con los platos que no salían, hasta he visto a un chef pegarle un cachetazo a un cocinero porque el pan estaba un poco pasado. En las cocinas francesas hay un dicho: tu cadena es tan fuerte como tu eslabón más débil. Y ante la presión desmedida, la brutalidad puede salir en cualquier momento. Una vez el chef del Hôtel de Crillon me dijo que la presión de los dueños, la facturación, la presión del público y la de la prensa se volvía muchas veces insoportable. En París todos los restaurantes son buenos y si alguien elije ir a comer a tu lugar tiene que estar perfecto. Nadie puede soportar eso sin que le salte un poco la térmica”.
Alejandro
Maglione
periodista
especializado
“El Gato
Dumas nunca se enojaba con nadie porque tenía gente que hacía ese trabajo. Pero
sí creía en la autoridad por respeto y quien no lo entendía se iba rápido de
esa cocina”.
David
Chang
propietario
del imperio Momofuku, con base en Nueva York,
(de la revista JOY, 22.10.2015)
Rodrigo
Calderón
Sommelier
El encargado de lavar y separar las hierbas esa noche, un aprendiz mexicano que se había incorporado al staff el día anterior, depositó en las manos del chef una bandeja que todavía goteaba y en donde las aromáticas estaban todas mezcladas entre sí. Error garrafal. Los preciados segundos que se tardarían en desenredar los palitos y las hojas era una demora inaceptable para las ligas mayores. El chef levantó la vista y le pidió explicaciones. Encogiéndose de hombros, el aprendiz respondió: "Es lo que hay". En una cocina que ya estaba caldeada, estalló. Con una mano lo sujetó del cuello de la chaqueta y con la otra manoteó una lámpara que se usaba para calentar los platos y le quemó la oreja. Lanzándole la bandeja de nuevo pero ya sin mirarlo, lo envió a rehacer el trabajo, esta vez sin errores”
A estos testimonios, podría sumar al nefasto Dante Liporace. Cocinero engreído de la Casa Rosada en épocas de Macri. Berreta y con varios juicios por violencia de género.
¿Puede un
chef despiadado y cruel, presumido hasta causar repulsión a los espectadores y
ayudantes de cocina, convertirse en una celebridad a nivel mundial? ¿Qué es lo
que llevó a que el escocés Gordon Ramsay fuera el chef preferido de la reina
Isabel y, a la vez, encante con su particular y violento estilo a millones de
espectadores en todo el mundo? ¿Hasta qué punto este jugador de fútbol
frustrado del Glasgow Rangers, con pinta de veterano surfer y modales poco
sociales, ganador de más de una docena de estrellas Michelin, alcanzó una
masiva popularidad estrictamente por su arte culinario, y hasta dónde logró
cautivar a hombres y mujeres por sus dones de entreteneur? ¿Qué extraño
mecanismo de las relaciones humanas se pone en funcionamiento para que un ser
soberbio, arrogante, malhablado, capaz de tirarles repasadores a sus cocineros
y referirse a sus platos de comida como “mierda de chancho descompuesto” se
vuelva un tipo encantador?
Estos testimonios y muchos más marcan la tradición del pasado y, por suerte, cada vez menos, de la dictadura en las cocinas de todo el mundo.
En nuestro
país, afortunadamente, las cosas no son tan así.
Es cierto que
hay rigor, pero casi nunca violencia.
Creo que
juegan el juego. Son corderitos al lado de viejos lobos.
Personalmente
creo que hay alguien que humanizó este entorno y fue Anthony Bourdain.
Excelente
cocinero, pero mejor embajador de la gastronomía.
Paradojicamente,
Anthony, que terminó con su vida vencido por su sensibilidad, alguna vez
publicó Get Jiro!, una violenta novela gráfica ambientada en un mundo en
el que las recetas más exóticas son fuente de poder y conspiraciones.
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