El ajedrez de Milei
Todos sabemos que el ajedrez es un juego-ciencia de guerra.
La finalidad es una sola: derrocar al Rey.
Tiene sus reglas, y cada ficha o trebejo, sus movimientos que cumple una misión diferente.
Y, más allá, que las blancas mueven primero (primera
paradoja), los dos bandos juegan en igualdad de condiciones.
Requiere mucha concentración y estrategia.
Pero en este país, este juego, desde hace muy poco, se juega
de un modo muy diferente.
Se cambiaron fichas por otras. Cambiaron algunas reglas.
Pero básicamente, si bien los movimientos se mantienen, los roles son muy
diferentes.
Este es el tablero de ajedrez de Milei
Se puede observar que de un lado las fichas blancas se
mantienen como de costumbre. Pero del otro lado, las negras son todas iguales:
peones (segunda paradoja: peones y negros)
Ya del vamos, es evidente la desigualdad.
Lo interesante es que en el caso de los peones blancos, no
son peones. Son la Policía Federal, Gendarmería y Prefectura.
Los caballos, no son caballos. Son Policía Motorizada con
fusiles y camiones hidrantes que están equipados con tinturas ultravioletas
para contribuir a identificar y arrestar manifestantes. Al agua se le agregan
sustancias químicas irritantes.
Los alfiles esta vez son alfiles. Y además serviles, como la
Ministra de Seguridad y la hermana del Rey.
Tenemos 2 torres. Que no son otra cosa que fortalezas.
En este caso la Cámara del Senado y la de Diputados.
Para el Rey estas torres son un conflicto. Pero, al mismo tiempo depende mucho
de ellas. No por algo, son la tercera pieza más importante del juego, luego del
Rey y la Reina.
Supongo que no tengo que contarle quienes son estos últimos.
Enfrente están los peones negros, que si bien son mayoría,
su poder es muy limitado. Solo pueden resistir y lograr que puedan sumar más
fichas. Más peones.
Quizás pueden lograr una coronación, que se produce cuando
un peón alcanza la última fila del tablero. Cuando esto sucede, el peón se
puede sustituir por cualquier otra pieza. En la gran mayoría de los casos, la
pieza elegida es la dama.
Ojalá lo logren.
Alberto Oneto
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