Los 10
Son solo 10. Son un equipo de futbol.
Alguno dirá que falta un jugador. Pero no es así. A este
equipo no le hace falta un arquero.
No lo necesitan.
Otra característica es que son todos delanteros. Tampoco les
hace falta una defensa. Ni siquiera un mediocampo.
Y es que vivimos en una época en la que se nos invita a
definir nuestra identidad a partir de los productos que elegimos consumir. Lo
que ridículamente nos venden como un ejercicio existencial de libre albedrío,
dentro del cual tenemos la radiante autonomía para decidir si vamos a lavar
nuestro cabello con un producto de L’Oreal o con uno de Pantene; si vamos a
comenzar nuestro día alimentándonos con unas hojuelas azucaradas de Nestle o
con un Corn Pops de Kelloggs, o incluso para elegir si celebraremos nuestra
decadencia gastronómica asistiendo al KFC o al Pizza Hut. Lo cierto es que esta
virtual libertad está acotada a la colosal gama de productos que derraman en el
mercado solo diez grandes compañías.
De acuerdo a lo anterior hay dos fenómenos particularmente
significativos en la construcción de la sociedad contemporánea. Por un lado el
hecho de que el mercado, o mejor dicho la mercadotecnia, ha logrado penetrar el
grado más íntimo de nuestra existencia: la auto-percepción. El que la mayoría
de personas, ya sea consciente o inconscientemente, asuma como principal
diferenciador el grupo de objetos de los cuales se rodea, y en consecuencia de
las marcas que respaldan a estos productos, nos indica que al momento de
concebirnos, de percibir nuestra propia identidad, difícilmente desasociamos
nuestra escena de nuestros hábitos de consumo.
El siguiente fenómeno se refiere a esta libertad simulada
que nos sugieren las grandes corporaciones, un escenario repleto de logos,
paletas de colores, slogans, y construcciones colectivas en torno a las marcas.
Y si lo analizamos objetivamente, no solo no estamos gozando de una libertad
–pues el margen de una identidad social más allá de lo que consumimos es
mínimo– sino que ni siquiera es que exista una diversidad real, pues aquellas
pequeñas marcas que pretendían ofrecer ‘algo diferente’, fueron ya absorbidas
por los grandes conglomerados comerciales.
Este infográfico que ilustra esta nota, y el cual se puede
consultar en un formato mucho mayor si hacemos un zoom, nos sugiere que Coca
Cola, Pepsico, Kelloggs, Nestle, Johnson & Johnson, P&G, Mars, Unilever
y General Mills, poseen decenas de marcas que impregnan la cotidianidad de
millones de personas alrededor del mundo.
Curiosamente este mismo fenómeno, el acaparamiento de
prácticamente todas las ‘opciones’ dentro del mercado por parte de monumentales
corporaciones, se replica en otros rubros, por ejemplo el de los medios de
comunicación, o en el caso de los bancos, un sector que en los últimos treinta
años ha visto reducirse en un 30% las empresas que los controlan tras múltiples
fusiones en las que las mayores entidades corporativas terminan por absorber a
los más pequeños.
Espero que tras analizar este infográfico la próxima ocasión
que vayas al supermercado no te rindas ante el espectacular despliegue de
marcas y productos que buscan consagrarte como un ser pseudolibre. Pero que
sobre todo recuerdes que tu identidad no está definida por las bifurcaciones
virtuales que protagonizan Mac-Microsoft, CocaCola-Pepsi, o Colgate-Crest, sino
que esta va configurándose por la manera en que recibes, procesas y compartes
información que resulta de tus experiencias personales.
Si bien algunas personas podrían objetar que los ojos son la
puerta del alma, es evidente que al menos los ojos son la puerta de la mente,
conectados a una red neuronal a través de pulsos luminosos.
“Quien controla tus pantallas, programa tu mente”, decía Tim
Leary parafraseando a Marshall Mcluhan.
Al parecer, en Estados Unidos son 6 compañías que controlan
las pantallas, y apenas pocas más en el mundo entero. En la mayoría de los
países vemos que los medios están conformados por oligopolios que se protegen
de proyectos independientes que quieran partir el pastel.
Si a esto añadimos que en gran parte del mundo se ven ampliamente las
producciones realizadas por medios estadounidenses, entendemos que vivimos en
la uniformediatización del mensaje comunicativo. La diversidad y la multiopción
son generalmente una ilusión. Lo que nos hace recordar la definición del
infierno de Jean Baudrillard, la perdida de la otredad, el infierno es “la
repetición de lo mismo”.
En 1983 habían 50 companías que controlaban la mayoría de
los medios en Estados Unidos, según el Media Reform Information, hoy en día
existen solamente 6 grandes conglomerados de Big Media que detentan de forma
excluyente la potestad mediática. La mayoría de las personas no se detienen a
pensar de donde provienen los mensajes que consumen y qué intereses sirven. En
Estados Unidos el ciudadano promedio ve 153 horas de televisión, alrededor de 5
horas al día fundidos en un opio electrónico que emana rayos catódicos y
meméticos de programación.
Las seis empresas que controlan los medios de Estados Unidos
son Time Warner, Walt Disney, Viacom, News Corp (de Rupert Murdoch, que
controla buena parte de los medios en Australia y en Inglaterra también) CBS y
NBC Universal (General Electric). Áreas que no controlan totalmente como la
radio e Internet, ahora están siendo acaparadas también por cuasi monopolios
como Clear Channel que tiene más de 100 estaciones de radio en Estados Unidos o
Google, Microsoft y Facebook, que acaparan buena parte de la red.
Es impresionante ver la lista, para que entendamos como casi
todo lo que vemos proviene de una misma fuente, la cual no está precisamente
interesada en estimular la mente de las personas a que piensen por sí mismas, y
ni siquiera a generar productos de calidad: ellos mismos son la competencia.
Los intereses seguramente tienen más que ver con proteger a sus cofraters
corporativos que pagan enormes cantidades por anunciarse en sus canales, y
sobre todo, podríamos decir que su interés principal es mantener las
condiciones en todo el mundo que les permiten estar en la cima de la pirámide
emitiendo señales con su gran ojo electrónico, produciendo una narrativa que
llaman “realidad”
Cómo los bancos se volvieron demasiado grandes para quebrar
Es así en el mundo.
Y también en Argentina, por rebote.
Y la tendencia es que tarde o temprano, jugarán con un
equipo de menos jugadores.
Para ellos, también “menos es más”, como decía el enorme
arquitecto Ludwig Mies Van Der Rohe.
Obviamente, él hablaba de otra cosa.
Este equipo de 10 (por ahora), manejan los sueldos de
millones de personas en todo el mundo, y no suelen ser los mejores.
También deciden la vida de millones de PYMES.
Para concluir.
El trabajo es y será para pocos.
Y no es que la humanidad tendrá más tiempo de ocio. Solo
tendrá más hambre.
Alberto Oneto
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