Depende

 


Somos dependientes desde que nos dan a luz.

Lo primero que hacemos es llorar y gritar.

Es un llanto muy importante porque permite al recién nacido abrir las vías respiratorias y despejarlas al expulsar los vestigios de líquido amniótico y otras secreciones, además de empezar a respirar por sí mismo porque dentro del útero materno, el oxígeno le llegaba a través del cordón umbilical. También al nacer lloramos por miedo; porque salimos a un espacio muy grande después de nueve meses en el mejor lugar posible.

Y al ratito tenemos que prendernos a una teta.

Sin esas condiciones se hace difícil sobrevivir.

De ahí en más, seguimos dependientes de casi todo: del amor de nuestros padres; de la aprobación de nuestro entorno; de los estereotipos. Más tarde del amor de una pareja.

En definitiva, del otro.

Mientras tanto, tenemos que construir nuestra autoestima. Para dejar de depender, al menos un poco, del otro y empezar a amigarnos con el espejo. Que no deja de ser otro, pero bastante parecido a uno mismo.

En el fondo, lo que estamos haciendo es tratar de ser independientes.

Tema nada fácil.
Existen demasiadas asimetrías y diferencias en nuestra vida y en las de los demás.

Así la vamos sobrellevando. A veces sobre rieles. A veces a los ponchazos.

Pero, como ya lo dije, nunca dejamos de ser dependientes.

El problema es cuando esa dependencia se transforma en un modo de supervivencia.

Aquí las cosas se complican.

Si necesitamos de algún otro para sobrevivir, o para llevar una vida digna y “normal”, comenzamos a generar un sentimiento de angustia, depresión, baja autoestima, y finalmente lástima y hasta odio hacia nosotros mismos.

La culpa no la tiene el otro.

Somos nosotros quienes nos vamos acercando a ese lugar.

Todo termina siendo una trampa que vamos construyendo nosotros mismos, meticulosamente y sin darnos cuenta (o si, pero nos hacemos los boludos)

Lo que nunca terminamos de medir, son las consecuencias. Los costos.

Tenemos que pararnos frente a ese panorama. Enfrentarlo y vencerlo.

Volver a ese lugar de autoestima y a no pelearnos con ese otro: el espejo.

(Elegí una obra de René Magritte porque creo que es el artista que mejor interpretó la identidad.)

Comentarios

Entradas populares