La memoria de los buenos libros


Un libro debe ser el hacha que quiebra el mar congelado en nosotros
Franz Kafka

El Flaco Spinetta publicó 376 canciones. Escribió muchas más.

Claro que todos recordamos Muchacha, quien no. Un himno.

Pero mi tema preferido es Los libros de la buena memoria.
Que en realidad, el Flaco bautizó Licor, pero los sellos discográficos lograron torcer el nombre.

Quizás tenga su raíz en un cuento que el Flaco publicó en la revista  Anteojito cuando tenía 15 años

Aquí va

"El licor de Yaya"

Cuando, por las noches frías de invierno, se escuchaba el estentóreo campanilleo del viejo reloj de tía María o "Yaya", como cariñosamente la llamábamos, mi hermanita Ana y yo saludábamos a nuestros padres y, automáticamente, corríamos hasta el dormitorio de la abuela.

Esa era la costumbre. Una especie de rito familiar, de ceremonia que se desarrollaba en aquella sala inmensa que tanto nos impresionaba. Una sala que sólo dejaba de ser lúgubre por los cuadritos de color, iluminados, y por las paredes rosadas que, a pesar de la pintura, delataban la antigüedad de la casa.

Noche tras noche, en ese escenario, se desarrollaba ese especie de rito tan grato que ha quedado impreso en mi memoria.

"Yaya", con su rubia cabellera, su mirada castaña y su corazón repleto de bondad y de paciencia, controlaba su reloj despertador, haciendo sonar su bullanguera campanilla.

Era el instante señalado para que mi hermana y yo entráramos a la sala, saludáramos y, tras desvestirnos frente a la estufa (¡teníamos cuatro y cinco años!), protagonizáramos el fin del día con un brindis. Pero, primeramente, la oración frente al iluminado cuadrito de San Cayetano.

Luego, tía "Yaya" llenaba tres pequeños vasos con un licor dulce y añejo (¡aún siento su sabor al evocar la escena!). Un licor delicioso de no sé qué casera destilería…, y antes de sorber el néctar, "Yaya", Anita y yo entonábamos alegremente aquella inocente copla cuya intención no entendíamos cabalmente: "A beber, a beber, y a apurar la copa de licor, que el vino hace olvidar las penas del amor"

Después, cuando desde la calle empedrada nos llegaban los ecos del rodar de algún carro rociado de noche, de frío y de luna, Anita y yo, en la gran cama de la abuela Catalina, cobijábamos nuestros cuatro y cinco años en una tibieza de nido, mientras en nuestro pechos niños retozaba inquieto el adorable calor de aquel viejo vino: el licor de "Yaya".

Los libros de la buena memoria, aborda temas como el amor, la memoria y el paso del tiempo. La estrofa de apertura establece el tono de la canción, que cuenta la historia de alguien que recuerda su pasado y a la persona que solía amar. Se refieren a una colección de recuerdos que son buenos y reconfortantes, un lugar donde el pasado se conserva y se recuerda.

El primer verso describe el efecto del vino en los sentidos y cómo puede transportar a alguien a un estado de relajación y ensueño. La persona de la canción recuerda su amor pasado y cómo solía escuchar su voz. El protagonista puede anhelar confesar sus sentimientos o decirle a su antiguo amante que fueron un destello de esperanza para su futuro.

El segundo verso explora la idea de oportunidades perdidas en el amor. El protagonista se pregunta por qué su antiguo amante no vio su afecto y por qué no respondió a sus avances. La letra habla de escribir a esta persona, besarla de nuevo y mostrarle toda la ternura que merece.

El tercer verso lleva al oyente de regreso al presente, preguntándose si la persona que una vez amaron ha cambiado o ha crecido como persona. El protagonista los imagina viajando y viviendo su vida, esperando su regreso con los brazos abiertos. La canción termina con la imagen de tigres bajo la lluvia, posiblemente representando que se han derramado lágrimas y es hora de seguir adelante.

La referencia a 'Los libros de la buena memoria' puede interpretarse como una metáfora de los recuerdos almacenados, aquellos momentos significativos de nuestras vidas que guardamos y revisitamos como si fueran libros en una biblioteca personal.

Alberto Oneto 

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