Las lenguas sin lengua


Lenguaje de señas

Cada 23 de septiembre se conmemora el Día Internacional de las Lenguas de Señas, una fecha proclamada por la Organización de las Naciones Unidas en 2017 con el fin de lograr una mayor inclusión de las personas con sordera.

El día fue elegido en honor a la creación, en 1951, de la Federación Mundial del Sordo, que actualmente trabaja junto a la ONU para mejorar los derechos de las personas con disfunción auditiva.

Juan de Pablo Bonet, pedagogo y logopeda español, fue quien en 1620 publicó la Reducción de las letras y arte para enseñar a hablar a los mudos, un escrito que es considerado el primer tratado de la Fonética y Logopedia.

Tal como se sostiene, esta obra fue la primera en dictar un lenguaje de señas y signos para la enseñanza de personas con sordera y su comunicación. A través de ilustraciones claras, estableció expresiones manuales de ciertas palabras y frases en particular.

Pronto, este código fue divulgado en Europa y llegó a Estados Unidos, donde se desarrolló y comenzó a adoptarse en diferentes escuelas.

La Organización de las Naciones Unidas establece que existen al menos 70 millones de personas con sordera en todo el mundo. De esta manera, alrededor del planeta, existen 300 lenguas de señas, con diferentes signos y expresiones. El hecho de que no exista una única lengua de señas universal se debe a que, como sucede con el lenguaje, están moldeadas por la cultura y las necesidades de la sociedad.

Si bien cada comunidad cuenta con diferentes significados para ciertas expresiones o palabras, existen ciertas señas que son reconocidas en la mayoría de los países.

En ese sentido, cabe resaltar que para comunicarse mediante lengua de señas es recomendable realizar la mayoría de los movimientos con la mano derecha y solo utilizar la izquierda como auxiliar en aquellos signos que lo requieran.

“Hola”: se debe colocar la mano sobre la frente con la palma mirando hacia abajo y luego dirigirla de manera ascendente hacia afuera.

“Por favor”: es necesario apoyar la mano en el pecho y moverla tres veces en el sentido de las agujas del reloj, de manera circular.

“Gracias”: se deben colocar los dedos contra los labios y luego realizar un movimiento hacia delante y hacia abajo, en dirección de la persona a agradecer.

“Gusto de conocerte” / “Mucho gusto”: se posicionan las palmas una sobre otra y con los dedos índices de manera horizontal se realiza un movimiento de distancia entre sí.

A mi entender, es una buena idea que memoricemos estos cuatro simples gestos si, llegado el momento, estamos con una persona sorda.

Braille

El braille es un sistema de lectura y escritura táctil pensado para personas ciegas. Se conoce también como cecografía. Fue ideado a mediados del siglo XIX por el francés Louis Braille (1809-1852), que se quedó ciego debido a un accidente durante su niñez mientras jugaba en el taller de su padre. Cuando tenía 3 años, el director de la Escuela de Ciegos y Sordos de París –donde estudiaba el joven Braille– le pidió que probara un sistema de lectoescritura táctil inventado por el militar Charles Barbier de la Serre para transmitir órdenes a puestos de avanzada sin tener necesidad de delatar la posición durante las noches. Louis Braille descubrió al cabo de un tiempo que el sistema era válido y lo reinventó utilizando un sistema de 8 puntos. Al cabo de unos años lo simplificó dejándolo en el sistema universalmente conocido y adoptado de 6 puntos.

El braille resulta interesante también por tratarse de un sistema de numeración binario que precedió a la aparición de la informática.

El sistema braille no es un idioma, sino un alfabeto. 

Con el braille pueden representarse las letras, los signos de puntuación, los números, la grafía científica, los símbolos matemáticos, la música, etc. 

El braille suele consistir en celdas de seis puntos en relieve, organizados como una matriz de tres filas por dos columnas, que convencionalmente se numeran de arriba abajo y de izquierda a derecha.

Los gestos

Los gestos son algo que, casi todos, utilizamos cotidianamente sin darnos cuenta que es un “lenguaje” 

Guiñamos un ojo, levantamos las cejas, sacamos la lengua, juntamos los labios y los estiramos hacia adelante, cerramos el puño y extendemos el pulgar, también simplemente con el puño cerrado estamos diciendo algo y ni hablar si con el puño cerrado levantamos los dedos índice y meñique.

Supongo que no hace falta “traducir” ninguno.

Podría seguir enumerando muchos más. Pero les dejo dos desafíos o juegos:

- que ustedes vayan recordando cuantos otros gestos utilizamos habitualmente.

- que traten de sostener una breve charla utilizando solo gestos.

Emojis

La palabra emoji , que originalmente significa pictograma, proviene del japonés e (絵, 'imagen')  +  moji (文字, 'carácter'). 

El parecido con la palabra inglesa emotion es pura coincidencia.

Los primeros conjuntos de emojis fueron creados por empresas japonesas de dispositivos electrónicos portátiles a fines de la década de 1980 y la década de 1990. 

En 2015, Oxford Dictionaries nombró al emoji de la cara con lágrimas de alegría la “palabra” del año.

Es habitual que emoticón se use también para referirse a los emojis, pero, en principio, son cosas distintas.

Los emojis son pequeñas imágenes o iconos digitales que representan una emoción, un objeto, una idea, etc. 

Los emoticones son combinaciones de signos o letras del teclado con los que se representa una expresión facial que simboliza un estado de ánimo.

Una imagen vale mil palabras

Los humanos creemos que un gesto o un pictograma dice mucho más que una palabra.

Y es cierto.

Esto se debe a que la comunicación visual es mucha más potente que el habla o el texto, porque se procesan de un modo muy diferente en nuestro cerebro.

Y tiene un origen biológico. 

Varios estudios han demostrado que para el cerebro humano resulta más fácil comprender imágenes que un conjunto de palabras, que al fin y al cabo son símbolos y requieren mayor entendimiento intelectual. Las imágenes también son eficaces a la hora de comunicar una idea, esté o no hablándose el mismo idioma.

Un estudio neurocientífico realizado en 2013 por el MIT demostró que el cerebro humano es capaz de procesar imágenes enteras que ve por el ojo en 13 ms (milisegundos), que equivaldría a 75 fps (fotogramas por segundo). Después de que la entrada visual llega a la retina, la información fluye hacia el cerebro, donde se procesa información como la forma, el color y la orientación. El estudio ofrece evidencia de que el flujo unidireccional de la información (desde la retina a los centros de procesamiento visual en el cerebro) es suficiente para que el cerebro identifique conceptos sin tener que realizar ningún procesamiento mental adicional.

Y es que procesamos las imágenes 600 veces más rápido que los textos

Este caso es muy curioso.

En un estudio de 2017, investigadores de la universidad de Durham, Reino Unido, estudiaron el efecto que generaba en 671 comensales la inclusión de fotos en menús de restaurante. Observaron que, por razones socioculturales, se tiende a asociar el menú con fotografías a un restaurante de gama baja, mientras que los menús con sólo texto se solían identificar con restaurantes de gama alta.

El resultado del estudio es que los platos con nombres descriptivos, como «helado de chocolate», con una foto al lado, harán que el comensal sea más propenso a comprarlo, mientras que para platos con nombres ambiguos, como «Vals sobre el hielo», la inclusión de fotos tenía un efecto opuesto. 

Para concluir. 

Nada más hermoso que una buena charla o disfrutar de un libro.

Pero la inmediatez y los mensajes cada vez más “urgentes”, han ido transformando nuestra comunicación.

Tratemos de convivir con todas las formas que tenemos a mano para poder enriquecernos.

Alberto Oneto


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