Tecnofascismo

 

Guillermo Lara

El tecnofascismo es un término que describe una convergencia potencial entre la tecnología y el fascismo, donde la tecnología se utiliza para reforzar y expandir el poder de un régimen autoritario. No es un concepto ampliamente aceptado o definido de manera precisa, pero se refiere a la idea de que las tecnologías digitales y las plataformas pueden ser utilizadas para fines fascistas, como la vigilancia masiva, la manipulación de la información y la supresión de la disidencia.

Más allá de su formulación teórica, su relevancia histórica, o su inspiración en la ciencia ficción futurista y distópica, en los últimos años, el concepto y sus reflejos en la realidad se han hecho más visibles que nunca en sus nuevas formas, pero especialmente, con la Era Digital o la Era de la Información, especialmente con la generalización de las fake news, el concepto de postverdad y a veces, por el control de la información por parte de grandes estructuras y grupos de poder o lobbys.

Asimismo, también la actual precarización de una información de rigor, contrastada y de calidad hace posible que se promuevan ideales tecnofascistas desde grupos potencialmente anónimos o minoritarios. A menudo, ideales que responden a intereses de esta ideología, pueden difundirse en medios de comunicación generalistas, dada su falta de capacidad de contrastación de la información.

Se dice comúnmente que, en un sistema tecnofascista, la fascinación de las masas por la ideología es sustituida por la fascinación hacia la tecnología; una suerte de tecnolatría. En el tecnofascismo se describe una acomodación de los individuos y las sociedades que no suele ser violento, pero en donde la sociedad tampoco es partícipe del sentido y los fines de manera totalmente consciente.

Sin embargo, el concepto de tecnofascismo, pretende suponer un enfoque crítico del mundo actual y de las fallas de la llamada Sociedad de la Información, donde este concepto implicaría una reflexión más amplia sobre la evolución de la sociedad hacia un paradigma donde cada vez impera más la centralización y la optimización de los recursos disponibles y donde cada vez resulta más difícil comprender la naturaleza de las estructuras de poder o el control de la información.

Algunos críticos señalan a China como un ejemplo potencial de tecnofascismo, debido a su sistema de crédito social y vigilancia masiva.

También se ha utilizado el término para describir tendencias en Silicon Valley, donde algunos argumentan que las empresas tecnológicas están desarrollando herramientas que podrían ser utilizadas para fines autoritarios.

El neoliberalismo es cualquier cosa menos el punto final de la Ilustración. No lo guía la razón. Precisamente, en su delirio provoca unas tensiones destructivas que se descargan en forma de terrorismo y nacionalismo. La libertad de la que hace gala el neoliberalismo es propaganda. Lo global acapara hoy para sí incluso valores universales. Así, incluso se explota la libertad. Uno se explota voluntariamente a sí mismo figurándose que se está realizando. Lo que maximiza la productividad y la eficiencia no es la opresión de la libertad, sino su explotación.

La individualización que acompaña a la pérdida de solidaridad y a la competencia total provoca miedo.

La pérfida lógica del neoliberalismo reza: el miedo incrementa la productividad.

Byung-Chul Han

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“El Estado ha dejado de ser una solución para convertirse en un problema”. La declaración de George Bush marcó el inicio del cambio con el que el capitalismo reemplazó su fase desarrollista por la neoliberal. Así, el capitalismo comenzó a promover la centralidad del sector financiero, no el que financiaba el consumo, el desarrollo, la investigación, sino el que privilegiaba la especulación financiera. Que vive de las altas tasas de interés, para fortalecer el mercado en detrimento del poder regulador del Estado y de la esfera pública.

La polarización no se produce entre el Estado y el mercado, sino entre la esfera pública, en la que el sujeto es el ciudadano, y la esfera mercantil, en la que el sujeto es el consumidor.

La confrontación central de nuestro tiempo es, por tanto, entre el neoliberalismo y el antineoliberalismo o posneoliberalismo. Entre la hegemonía del capital especulativo y la hegemonía del capital productivo, entre la centralidad de la especulación financiera y la centralidad de la inversión vinculada a la producción.

Hacia el tecnofascismo: las raíces derechistas de Silicon Valley

La reputación liberal de la industria es engañosa. Sus tendencias reaccionarias —que celebran la riqueza, el poder y la masculinidad tradicional— han sido evidentes desde la fiebre de las puntocom de los años 90.

Los titanes de Silicon Valley de 2025 siguen el mismo plan. En enero, Meta anunció el fin de sus programas DEI y la modificación de las políticas de su plataforma para permitir publicaciones más discriminatorias y acosadoras. En el podcast de Joe Rogan, Zuckerberg dejó claras sus motivaciones: afirmó que la cultura corporativa se había alejado de la "energía masculina" y necesitaba restablecerla tras ser "castrada". Elon Musk ha transformado Twitter en X, una plataforma que opera en gran medida como respuesta a las afirmaciones de un "virus de la mentalidad progresista", la nueva versión de la "corrección política". Y el propio Marc Andreessen, el "niño genio" de los 90, se ha inspirado cada vez más en los futuristas italianos, un movimiento de artistas fascistas de principios del siglo XX que glorificaban la tecnología mientras buscaban "demoler" el feminismo.

Pero la historia de Silicon Valley sugiere que esto no es un bache ni una anomalía. Es un crescendo de fuerzas centrales en la industria tecnológica, y la actual oleada de titanes tecnológicos de derecha está construyendo sobre los cimientos de Silicon Valley.

La novela 1984 del escritor George Orwell es un referente popular más conocido de un tecnofascismo, y es utilizada a menudo para trazar paralelismos con los miedos al progreso tecnológico que expresa la sociedad actual. Orwell describe en su novela a una sociedad controlada por medios tecnológicos bajo el dominio absoluto de un partido.

En conclusión, el tecnofascismo es un concepto emergente que advierte sobre los peligros potenciales de la convergencia entre la tecnología y el poder autoritario.

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Comentarios

  1. Que buena nota, es difícil no estar de acuerdo con lo que expone. Cuando veo la foto de todos los tipitos " siliconados ", zoretes con dinero y por lo tanto , zoretes con poder , dan ganas de frotar la lámpara y pedirle al genio un par de deseos, que seguro vamos a estar de acuerdo aunque no te lo diga. Un abrazo y por más Meterete, con cariño, guille

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