Los objetos en un museo. Las cosas para decir cosas

Un modo de introducción

 Los objetos que escogemos, que nos acompañan a lo largo de los momentos de la vida, son a menudo algo que nos definen, nos identifican. Los elegimos, seleccionamos, para usar, porque los deseamos, los codiciamos o simplemente porque los necesitamos. De una u otra manera nos relacionamos con nosotros a través de ellos. Los objetos, las cosas tienen que ver con las personas.  

 En ocasiones, un objeto que fue de alguien querido se convierte en el disparador de recuerdos y evocaciones. Es así como los objetos inanimados dan testimonio de vidas pasadas, de pensamientos, de momentos, de historias. Cuando recordamos, exhumamos historias, sensaciones y las convertimos en un relato conjugado en presente, porque es desde aquí y ahora que estamos construyendo un relato sobre algo pasado. Ese recuerdo, esa evocación del pasado, lo sucedido, lo revemos cada vez que lo contamos, depende a quién se lo contamos y en qué circunstancia se presenta ese relato.   

 Nuestra memoria cambia cada vez que la ponemos en movimiento. Miramos siempre de manera diferente nuestro propio recuerdo, aparentemente cristalizado en el tiempo en que sucedió, aparentemente verídico e inmutable. Los objetos a primera vista son siempre iguales a sí mismos, sobreviven al tiempo, pero ellos también cambian, porque nuestra forma de verlos cambia. Nuestra valoración muta y afecta la percepción.

 Los objetos no se presentan por ellos mismos, no brindan información, no dan testimonio, ni cuentan, ni mucho menos explican su función. Los testimonios materiales que conforman las colecciones de los museos, las cosas, los objetos, todos están en relación a la cultura ya las instituciones y por ello nunca funcionan como entes independientes. Necesitarán de la sociedad, del trabajo, de la mirada que desde el museo se posa sobre ellos para participar de un discurso para decir algo.   

 Es la museología y más específicamente la museografía a través de sus recursos expográficos y escenográficos la que posibilita que el objeto se comunique. A los objetos siempre los leemos desde el presente en el que se encuentran por más que provengan de tiempos indefinidos o de culturas ajenas, por eso al ser puesto ante la mirada del público , mirada que se renueva constantemente, necesita una contextualización, un canal de comunicación, de modos de nombrarlos.    

 Los elementos de apoyo, la composición escenográfica, la luz, el color, la gráfica, las circulaciones y los servicios en torno de las colecciones expuestas ayudan al visitante en su aproximación, a su conexión con el mensaje que se transmite a través de los objetos. No es el objeto el que transmite el mensaje, sino que es el nexo, el soporte principal para establecer el diálogo, siempre plural, móvil y abierto con el público.      

La condicion musible

Una obra de arte, una pieza histórica, un resto fósil, un testimonio etnográfico, un sonido grabado, un registro audiovisual, una fotografía, un mensaje de wpp: todos son objetos museables, podemos mencionarlos como “cosas” de un museo. 

En el caso de los patrimonios intangibles no sólo necesitarán de los recursos de la museología y la expografía sino de objetos y soportes materiales para poder llegar al espectador. El saber en torno a una receta gastronómica que se trasmite de generación en generación, cómo tomar mate o cantar una zamba, conformar patrimonios intangibles, pero para llevarse al museo necesitamos diversos soportes materiales para expresar y exponer esas inmaterialidades. En definitiva siempre el objeto es uno de los extremos del esquema de la comunicación desde el museo, en el otro emos siempre la mirada del público encontrar.  

Los objetos que forman parte del acervo de un museo pueden participar de infinitos guiones curatoriales, ser parte de diversos mensajes desde su aspecto físico aparentemente inmutable.

Los museos conservan colecciones de cosas, de objetos, de obras y artefactos, a menudo cuando se piensa en museos lo primero que suele surgir es algo sobre un museo de arte, colecciones de pinturas, esculturas, instalaciones. Pero hay tantos o más museos que conservan objetos, testimonios materiales, que colecciones de arte. La idea de museo de arte es la más embarazada, tal vez irónicamente la más visual.         

 Museos de historia, de ciencias, casas museos, numismáticos, de transporte, sitios arqueológicos, sitios de memoria, ecomuseos, metamuseos, zoológicos, jardines botánicos con colecciones vivas, suman tal vez más piezas que pinacotecas y jardines de esculturas. Pero todos sin duda, todos, presentan de manera museológica cosas, objetos puestos ante la mirada del público inmerso en un discurso, dominado o descuidado. Siempre hay un mensaje y ese mensaje es institucional.   

 ¿Pero qué hace que un objeto merezca esté resguardado en un Museo? ¿Qué características tiene que tener un objeto para ser merecedor de la categoría de museo? Contundentemente podemos decir que no hay nada en el mismo, en su constitución que lo lleve a la categoría museable. Todos los objetos son potencialmente museables no importa su origen, materialidad, estado o aspecto.  

Es el valor que les otorga la sociedad a través de las instituciones que los acogen y en las que se encuentran lo que los separan del mundo cotidiano y los ingresan al limbo del museo. Digo en la sociedad, el lugar donde se encuentran, y no la que los originó por que a veces no son coincidentes.   

 De la misma manera que vemos los objetos aquí y ahora, los valoramos y los cargamos de significados aquí y ahora, desde donde estamos y en el momento en el que estamos. Es como vemos y qué pasa a significar, representar o decir. Por ejemplo, una escultura procedente de Pérgamo, Grecia, es presentada y participa de un guión en un museo en Berlín, Alemania, en el presente.   

 Una pintura realizada en Italia durante el Renacimiento es exhibida y puesta en un contexto actual en Paris, conforme a un mensaje y una lectura sobre sí mismo hoy.


Escribe Georges Perec “cosas comunes, cómo asediarlas, cómo hacerlas salir, arrancarlas del caparazón al que están pegadas, como darles un sentido, una lengua: que finalmente hablen de lo existente, de los que somos”. (1967 George Perec) 

 Una respuesta a este interrogante puede ser ejerciendo la museografía, la escenografía aplicada a la museología, la contextualización inmediata munda del sentido curatorial.

 Pero es importante hacer una salvación, los Museos como instituciones de cultura trabajan con objetos originales para conformar sus colecciones. Los objetos copian, también son parte de las colecciones de los museos, pero no entran en la categoría de patrimonio sino de apoyatura y contextualización o material didáctico. El tema de la originalidad de los objetos y de las copias y sus reproducciones abre grandes debates al igual que el binomio Museos / Centros de Interpretación.   

Los objetos originales 

Los museos como instituciones del ámbito de la cultura, al exhibir un objeto o presentar un discurso, actúan legitimando . Son garantías de lo que dicen pero también con qué lo dicen ya quién se lo dicen. Es un supuesto ya establecido que el museo dice y muestra la verdad o al menos lo verídico, lo auténtico. Una fotografía original, un grabado original, un libro original y un video original. ¿Cómo lo determinamos en función de las copias? 

En el caso de la fotografía es original el soporte papel y también la imagen. Puedo tener el soporte en buen estado y no tanto la imagen. No son un todo indivisible. ¿Cuál es el objeto museable, el soporte o lo que como los espectadores ven o leemos? Entonces nos debatimos entre la originalidad de las piezas y la conformación de esas piezas. En el caso de las imágenes, los sonidos, los olores y los productos audiovisuales, el objeto museable se conforma cuando es percibido por el espectador. Al igual que en un texto diferenciamos claramente el contenido intelectual o discursivo de su soporte material.   

Entonces entendemos que la imagen, los sonidos son lo que museamos y que no tiene tanta importancia el soporte.

El daguerrotipo de José de San Martín se transforma de esta manera en dos piezas. Una es el soporte físico, el daguerrotipo objetos: vidrio, metal, sales y óxidos metálicos, cuero y textiles. Lo podremos usar museográficamente como un elemento personal de Don José, un dato sobre su vida, un ejemplo de los daguerrotipos del siglo XIX, un exponente de tecnologías y materiales.  

 Pero por otro lado podemos musear la imagen. Es el retrato de un señor mayor, de bigotes, con una mano adentrándose en el abrigo. La imagen se constituye como un testimonio verídico de la existencia del padre de la patria y cómo se lo vio en 1848 a los 70 años, dos años antes de su muerte. Ver la imagen como documento y mirarla desde nosotros como visitantes, como espectadores presentes, nos permite generar nuestra propia impresión sobre esa persona. Podemos hacer participar la imagen de un guión que la contextualice y la resignifique guiando la mirada del visitante. 

 Si la imagen del daguerrotipo se presentó en un marco digital, tenemos una imagen original, una imagen que sigue siendo única, una imagen que en el contexto museo es un objeto, a la vez que por otro lado tenemos el objeto daguerrotipo.

 Como señala Roland Barthes “la difusión de la imagen pertenece al mundo moderno, es un producto de la sociedad técnica, de modo que condenar la imagen se parecería a condenar la modernidad, pero por otra parte la imagen no sólo transmite pulsiones, tabúes, afectos , fuerzas irracionales e instintivas (al menos a si se postula), sino que también sobre todo se propaga de manera no controlada” (2009:48)

 Cuando se plantea el debate ético de exhibir restos humanos, (testimonios materiales de una vida ejercida y terminada) se acepta la imagen de una momia, de un cadáver, de un fragmento de lo que fue en vida una persona. La modernidad acepta la difusión de la imagen, la naturaliza en la cotidianidad y le otorga un poder de salvaguarda de la acción de mostrar.  

 En lo personal creo que ya sea una mirada directa del visitante al objeto o que vea su imagen reproducida por cualquier medio, esta viendo. Por fin el museo esta exhibiendo. La única forma de ejercer coherencia la posición de no exhibir restos humanos no brindando ninguna posibilidad de imagen de los mismos. 

 Hoy que las imágenes viajando de manera exponencial y que los museos proponen recorridos virtuales (imágenes de sus salas y colecciones) debemos pensar más que nunca la imagen como cosa independientemente de su soporte.

 Los objetos todos, incluso las obras de arte, las vamos a tomar en esta categoría genérica de objetos, fueron concebidos con una función primaria. Una taza de té fue concebida para contener líquidos. Una imagen religiosa para ser venerada en un contexto devocional. Un automóvil para trasladar personas. Una maquina de escribir para escribir y un revolver para disparar. 

 Al ingresar a un museo esta función se pierde definitivamente, la taza nunca más va a contener líquidos, la imagen ya no será venerada litúrgicamente, el auto no va a andar por las calles, la máquina no escribirá cartas, ni el arma va a disparar . Seguirán siendo lo que son físicamente, pero con una nueva función, serán parte de nuevos relatos. Serán en sí nuevas ante nuevas miradas pero nunca más recuperarán la función que les dio origen, pero si la evocarán.    

 Y es por eso que a la hora de hacerlas participar de una exposición o un montaje expográfico, no hay que alejarlas de su funcionamiento o su contexto original. Una silla volando colgada, una bicicleta que no apoya en el piso, un cuadro muy alto que no se ve con claridad, distorsionan y atentan contra el objeto y por ende impactan en el relato museológico.   

 Podrán dar cuenta de sus dueños, de una época, de un hecho histórico, de una técnica, de materiales, de parámetros estéticos; serán parte de nuevos relatos.

Relatos que también cambiarán, por que la visión sobre ellos cambia en cada época, en cada sociedad y contexto. Según la época en la que nos detengamos a verlos, la circunstancia, el guión en el que queramos que participe su valoración, su poder de evocación y su mensaje cambia. Cambiará según cómo lo decodifiquemos, desde dónde y mediante que procedimientos para asignarle un nuevo valor de representación y presentación. 

 Casi podemos decir que los objetos en un museo forman parte de una Gestalt (1), donde solos sin un espectador no son. El espectador le otorga temporalidad y sentido al objeto. Y la constitución un nuevo sentido cada vez que se lo exhibe. 

Los objetos en sí no hablan, es una vieja discusión entre los museólogos. Pero no podemos ser tan duros, el objeto sí habla, sí dice. Transmite valores e ideas, se presenta ante los ojos del espectador que lo consumen, pero este disfónico sin una voz clara, es la museología quien le ayudará a expresarse plenamente.

 Como sostuve en un trabajo anterior, el valor que los transforman en museables está en el entorno que participa, en la mirada del visitante guiado o estimulado por la institución museo. Aunque parezca que hay objetos, cosas solamente puestas ante la vista en una sala, o en un pasillo, o en el jardín de un museo, todo está diciendo algo. Nunca los objetos se encuentran en total silencio ante el espectador (Miremont, 2019).

 Con Walter Benjamin podemos decir que jamás existe un documento de cultura (una cosa en nuestro mundo de museos) sin que sea al mismo tiempo un documento de barbarie. Desde su obra, El coleccionismo , Benjamin nos dice que la colección no solo exhibe su valor económico, sino también su doble dimensión de belleza y barbarie. La colección valorada es una colección de objetos antiguos, pero no viejos. 

 Esto lo vemos muy simplemente si vamos a un mercado de pulgas o a los puestos para la venta de articulos usados ​​en una plaza. Ese objeto carece de lo que Benjamin llamaría aura. Solo si alguien lo toma, los compra y los incorpora a una colección oa su vida misma, puede ser redimido. 

 Diríamos que al incorporarlo a un discurso, privado o público vuelve a tener una alma, un sentido, una razón de ser y venta de la supervivencia del mero durar.

 Este discurso sobre el objeto se enriquece con el guión, con el contexto, con la forma de ser exhibido, con la contextualización escenográfica, con toda la información que se puede aportar al objeto. Información que va desde la ficha erudita hasta la estimulación de los sentidos y las emociones. Sin la mirada del público, los objetos en el ámbito del museo se desactivan, solo quedan reducidos al campo de la archivística, la conservación física, la investigación dura. Suspendidos, ingrávidos de sentido en un depósito o una reserva técnica.      

 Por todo esto y mucho más es que todos los objetos, enteros o partes, grandes chicos, caros o baratos, nuevos o viejos, comprensibles e incomprensibles, bellos y feos pueden ser museables.

 Coleccionar o recolectar

 Gerard Wajcman (2010:51) en La Colección nos recuerda un comentario de Claude Legér, en el que este asevera que hay dos tipos de coleccionistas: los coleccionistas buscadores y los coleccionistas encontradores.

 De los primeros hay muchos y es claro el pensamiento y la manera de proceder. Son en general el tipo de coleccionista que dona conjuntos coherentes a los museos. Los segundos que más que coleccionistas podrán llamar recolectores o meta coleccionistas, son los que se encuentran, pero no solo se topan, sino que recogen objetos a veces con un cierto orden, o conforme un orden general, la recolección y sub grupos o sub colecciones. Los incorporan al igual que el primer grupo, pero la diferencia es que no hay un método de búsqueda ni un tiempo ni una preselección solo se limitan a encontrar ya decidir si lo suman a su grupo de cosas o no.

 Este segundo grupo es lo más parecido a la formación de colecciones en los museos.

 Por lo general, nos cuidaremos mucho de decir totalidades, como siempre, en los museos, por eso diremos la norma o en general, las colecciones de los museos reciben incorporaciones, pequeños o grandes grupos también que antes fueron colecciones pero objetos de a uno . Es como una suerte de coleccionista recolector, los objetos llegan al Museo, este no sale a buscar piezas para sumar a su colección. Hay también casos de Museos que compraron piezas, que adquirieron colecciones, pero no es tan corriente entre los museos de nuestro país. 

 Entonces la colección se arma a puertas cerradas ya medida que se van usando los objetos. Que se los hace circular en el circuito visible del museo. Decimos usar la colección cuando la exhibimos, cuando la usamos como parte del set de herramientas con las que cuenta el curador o el museólogo para componer un guión museográfico.

 Algo así como una recolección que llega de manera aleatoria y por varios buscadores y que termina en un mismo lugar donde todo se refuerza y ​​de alguna manera se piensa entre sí.

 Colección que no es en sí mismo sino un conjunto de objetos y colecciones que se reagrupan bajo la denominación colección para cada exposición o inventario u orden. La palabra colección tiene muchos significados, usos y valores dentro del Museo. Volviendo a las palabras de Wajcman (2010:54) “podría decirse que toda colección tiene algo de ready made, en el sentido que toda colección, como todo ready made , es una manera de redimir el objeto”.

 Ahora bien este rescate del objeto, al pasar por tantos vaciamientos de lo útil, significa que lo que de ser le queda al objeto es su visualidad pura. Cuando un objeto ya no sirve para nada, le sirve todavía al ojo. “Al ojo ¨ es una buena manera de hablar, tratándose de desechos que han perdido todo valor salvo el que conquistó aún la mirada.” (Wajcman 2010: página). 

 

Las colecciones en el ámbito privado se constituyen por el deseo, por la voluntad, el gusto y las pautas que marca su dueño. Interviene su pasión, sus obsesiones y manías, sus gustos y su propia historia que lo relacionan a esas cosas u objetos. Las colecciones privadas siguen una línea, una coherencia, se acotan a un tema, no siempre tienen que ser temas eruditos, o dentro de las artes o ciencias. Hay infinidad de colecciones que van desde latas de gaseosas a grandes obras de arte, y todas comparten lo mismo, pasión y criterios personales de sus dueños y gestores.

 En el coleccionismo particular encontramos mucho de fetichismo, algo que explica muy bien Sigmund Freud en su artículo de 1927. Freud habla de la fijación por un objeto. El coleccionista comparte esto y ese objeto. Se centra en el próximo en el que no tiene y no en todos los que ya tiene. Su energía va a la búsqueda o el hallazgo, la adquisición de la pieza que siempre falta. Una vitalidad que se dinamiza en ya la colección.  

 Decimos que en los museos las colecciones son vivas abiertas, dinámicas y re ordenables. Podemos por ejemplo rearmar una pequeña colección sanmartiniana relacionada con los padres de la patria americana y así armar un conjunto de objetos mismos-no-mismos y hacerlos accrochage (wajcman, 2010:58-59) con un conjunto de objetos de Bolívar. Y lo que los hace una colección, la coherencia que los une, solo estará en las fichas documentales, hasta que los exhibamos y los hagamos participes de un guión comprensible para el público.   

 En los museos, colección, coleccionar, coleccionismo adquiere otro significado, otro uso de los significantes. Otra mirada sobre los objetos aparentemente muertos por la asfixia de la vitrina. En los Museos suceden cosas diversas en torno a ¨La Colección¨.

 La forma de incorporación de objetos es por compra, donación, legado, canje, hallazgo, préstamo y custodia. Los objetos pueden incorporar al acervo de un museo como un conjunto en si, como una donación o una colección a la vista y criterio del coleccionista privado que la conformó. Pero al sumarse al museo el sentido de esa colección, se altera. Pueden ingresar de a uno o en grupos, en distintos momentos.

 Cuando decimos la ¨colección del museo¨, agrupamos genéricamente todo el patrimonio de la institución Museo. Sumamos en ese decir Colección, a las colecciones conformadas pieza a pieza a las sumadas en conjuntos, a las que se incorporan con un sentido y criterio previo, a un todo bajo un mismo paraguas. Luego se ordenarán internamente en el trabajo diario del museo en otras colecciones. Por ejemplo, por origen, tema, materiales, períodos, procedencias, estados, etc. A su vez este orden o grupo o colección se re arma y desarma en torno a la exhibición.   

 Así es que dentro del Museo la palabra colección puede definir grupos no rígidos o ensamblados, pueden ser colecciones temporales y repensadas o reensambladas. A menudo las colecciones privadas que se incorporan a un museo se desarman como conjunto para integrarse o desintegrarse en varias colecciones. Si entendemos por colección un conjunto de objetos con una coherencia un criterio que los une y agrupa, la selección de objetos para participar de un guión museológico ya sea de una permanente o temporal conforme una colección en lo que a colecciones museables se refiere.  

 

El coleccionista crea un conjunto y domina la mirada sobre ellos. Es él quien decide habilitar la contemplación, es él el que permite o no que esos objetos se encuentren con la mirada de uno o varios espectadores. De algún modo incide en la voluntad de los espectadores, les permite o no acceder a la contemplación del objeto.

 En el Museo, es el público quien elije ver o no ver un objeto de la exposición. Es quien elije o no entrar a una sala a observar a contemplar, a mirar. El Museo como institución habilita a todos a la observación y otorga al público visitante el poder. Finalmente podemos afirmar que los museos son máquinas comunicacionales y los objetos su engranaje principal, mientras que la mirada del público se conforma como la energía que las pone en movimiento, que activa el deseo de museo.

1  La Gestalt presupone un enfoque holístico que percibe a los objetos, y en especial a los seres vivos, como totalidades. En Gestalt se dice que el todo es más que la suma de las partes. Todo existe y adquiere un significado al interior de un contexto pacífico; nada existe por sí solo, aislado.

 


 

Bibliografia consultada

BARTHES, Roland (2009) La Torre Eiffel. Texto sobre la imagen. Bs As, Paidós Comunicación 124.

BAUDRILLARD, Jean (1997) El sistema de los objetos. Buenos Aires, Siglo XXI.

BENJAMIN,WALTER (2022) El Coleccionismo. Bs As, Ediciones Godot

CHATWIN, Bruce (2008) Utz. Barcelona, ​​El Aleph Editores.

DIDI-HUBERMAN, Georges (2013) Exvoto: imagen, órgano, tiempo, Buenos Aires, Sans Soleil.

DIDI-HUBERMAN, Georges (2008) Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes, Buenos Aires, Adriana Hidalgo editora.

GROYS, Boris (2015) Volverse público. Las transformaciones del arte en el ágora contemporánea, Buenos Aires, Caja Negra. 

MIREMONT, Gabriel (2019) Pensar y Hacer Museos, museografía practica, Buenos Aires, Miño y Dávila.

PEREC, Georges (2010) Las Cosas. Una historia de los años 60 Barcelona, ​​Anagrama.

WAJCMAN, Gérard (2010) “La colección (Exposición de la colección de setenta y cuatro comentarios sueltos de GW sobre la colección)” en Colección seguido de La avaricia, Buenos Aires, Bordes Manantial.

ZÁTONYI, Marta (2011) Arte y creación. Los caminos de la estética, Buenos Aires, Capital Intelectual.


Gabriel Miremont

Comentarios

  1. Hermoso como siempre gabrielcito. Ex museo de la ciudad. Actual de Buenos Aires. Creo que así se llama....y x fin llegó la museografía que aprendimos en 2004 a bsas. Soñada ella y muestra taaaaan poco de bautismo patrimonio....nada...en fin gran pena

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