El Mesías
El término Mesías proviene del hebreo מָשִׁיחַ (mashíaj, ‘ungido’), de la raíz verbal למשוח (mašáḥ ‘ungir’) y se refería a un esperado rey, del linaje de David, que liberaría a los judíos de las servidumbre extranjera y restablecería la edad dorada de Israel.
Se le denominaba así ya que era costumbre ungir en aceites a los reyes cuando
se los proclamaba.
El Mesías es el salvador o liberador de un grupo de personas
o de la humanidad en general. En el judaísmo y el cristianismo, el rey
descendiente de David, prometido por los profetas al pueblo hebreo, aquel
hombre lleno del Espíritu Santo de Dios. A lo largo de la historia existieron
muchas personas a las que se les consideró Mesías, pero generalmente, se
entiende que este título en particular se asigna al enviado escogido por Dios,
que traerá la paz a la humanidad instaurando el Reino de Dios. Hay que ir al
cita completa para entender. Puntualmente al Antiguo Testamento, el libro de
los Macabeos, capítulo 3, versículo 19: "En una batalla, la victoria no
depende del número de soldados, sino de las fuerzas del cielo".
Milei, que estudia La Torá y tiene al rabino Axel Wahnish
como referente espiritual siembra frases bíblicas recurrentemente. Incluso
algunas veces en hebreo.
Después de haber sorprendido a toda la política ganando las
PASO, Milei -a quien apodan "el león" por su pelo- subió una imagen
de ese animal rugiendo junto a una frase en hebrero, que significa. "Si el
León ruge, ¿quién no temerá?”
Se trata de otra cita del Antiguo Testamento, en este caso
de Amos, un profeta hebreo. Milei la utilizó como otra forma de decir su ya
clásico canto de "la casta tiene miedo".
“Se volvió una
identidad, nosotros somos la fuerza del cielo, la militancia. Sería como La
Cámpora para el kirchnerismo”, le explicó al diario Clarín uno de esos
partidarios que ayudaron a viralizar a Milei.
El analista político Facundo Cruz, del Centro de
investigación para la calidad democrática (CICAD), coincide en la efectividad
que tuvo el trabajo de Iñaki Gutiérrez (influencer libertario) y la militancia de La Libertad Avanza.
“Los videos cortos de TikTok donde Milei explica con
simpleza cosas que son tremendamente complejas, son mensajes que en los jóvenes
calaron muy bien”, le dijo a BBC Mundo.
El politólogo señaló que la campaña digital de las Fuerzas
del cielo fue clave para el triunfo del candidato “anarco-capitalista”.
“Los espacios de comunidad en redes se convirtieron en sus
unidades básicas partidarias”, afirmó.
En ese territorio gaseoso, siempre a punto de evaporarse,
Milei cuenta con dos agentes imprescindibles. Primero, “las fuerzas del cielo”,
que volvió a convocar en su discurso inaugural. Las fuerzas del cielo como una
especie de ministerio: Milei se encomienda a ese agente protector como un
amuleto activo para el éxito de su gestión. Un mesianismo religioso da sentido
a la autopercepción de Milei sobre su tarea presidencial, que concibe como una
especie de llamado llegado desde un más allá: el cumplimiento de un destino de
conquista de una tierra liberal prometida, pero todavía pendiente, para la
Argentina errante.
Posibles riesgos
Esa esfera político-religiosa obliga a hacer algunas
consideraciones. Hay riesgos en el modo en que Milei introduce la cuestión
religiosa en su presidencia: el riesgo de surgimiento de una teocracia de baja
intensidad que puede empezar a generar nuevos problemas políticos o el retorno
de divisiones superadas.
En términos generales, es la posición católica. Volver a ese
debate implica reponer al catolicismo con fuerza de verdad sobre toda la
ciudadanía, aún la que no es creyente. Es más: implica imponer el credo
personal del Presidente como regla de la política pública para todos. Lo
contrario de una república liberal que separa la Iglesia del Estado a lo Roca,
el mismo que admira Milei, y que hace décadas que le da forma a la identidad
del Estado argentino.
Religiosidad y
religión presidencial
Por ahora, la crisis económica le permite a Milei dar rienda
suelta a su liberalismo libertario: ahí encuentra el mayor apoyo electoral, que
no quiere perturbar bajo ningún concepto. Los temas sociales donde soplan otros
vientos, conservadores y religiosos, los dejó para el futuro. Pero hoy ya hay
un aspecto donde impacta el entrelazamiento de política y religión que propone
Milei: un tema geopolítico. En este caso no pesa la fe católica de Milei, sino
su otro yo judío.
El nombramiento de su rabino ortodoxo personal Axel Wahnish
como embajador ante Israel y la idea de Milei de trasladar la embajada
argentina de Tel Aviv a Jerusalén van en ese sentido. Religiosidad y religión
presidencial determinando una geopolítica de Estado en medio de un escenario
crítico en el Medio Oriente, con la guerra en Gaza después de la masacre
terrorista de Hamas en Israel: los internacionalistas profesionales empiezan a
hacer reparos.
“Enfriar la embajada en Jerusalén”, es una de las recomendaciones
del doctor en Relaciones Internacionales, Esteban Actis. Sobre todo, con el
antecedente de una Argentina que sufrió los coletazos de esos conflictos con
dos atentados mortales. Jerusalén es un asunto delicadísimo para las religiones
en pugna en ese territorio.
El apoyo decidido de Milei a Israel, la condena contundente
a Hamas y la vitalidad de su vínculo con el judaísmo resulta un aporte en un
escenario global como el actual donde recrudece el antisemitismo. La disyuntiva
se presenta cuando la fe religiosa, no importa cuál, se convierte en una
variable de decisión en políticas de Estado más estructurales.
Bajo las luces menos dilemáticas, el apoyo abierto de Milei
a Israel tiene una lectura más amplia: la revalorización de la única democracia
liberal de esa región. Privilegiar su vínculo con Estados Unidos, Israel,
Ucrania y Zelensky, la OCDE y su distanciamiento de los Brics, de Cuba,
Venezuela y Nicaragua resulta el espejo más claro de su visión de gobierno. Un
indicador de cuál es la Argentina que avizora. Ahí también encuentra el mayor
apoyo entre sus votantes. El lugar de Zelensky en la inauguración subrayó ese
sentido.
El otro agente al que apela Milei para anclar el poder
esquivo es “la gente”. Renovar el diálogo directo con sus votantes lo mantiene
a salvo: cada día deberá recordarle a la política opositora extrema, el
kirchnerismo y la izquierda, o a la “oposición responsable” que ese vínculo
sigue vigente. Milei tiene algo clarísimo: ser es ser percibido.
La casta
La guerra contra la casta quedó en duda. Por un lado, esos
casos trajeron a escena un modo de hacer política a espaldas de la ciudadanía:
la fiesta para pocos que definió a otras gestiones de gobierno. Por otro lado,
resta transparencia a los actos de gobierno y a las decisiones: más opacidad es
menos democracia. Además, supone una definición arbitraria de la noción de
libertad: la discrecionalidad presidencial definiendo las libertades de la
ciudadanía y de la prensa.
El ajuste a la casta y a la política versus el cuidado de la
gente que prometió antes de asumir se tradujeron ahora en “ajuste al Estado” y
“al sector público nacional” y cuidado del “sector privado”. No queda claro en
qué lugar quedó la gente y qué entra en “la casta”, un funcionamiento que
también se ve en un sector privado protegido por la política.
La batalla cultural ampliada quedó reducida al regreso
consistente de “vicepresidente” y “argentinos”, sin ninguna marca del femenino.
Fue la opción gramatical elegida tanto por Milei como por Victoria Villarruel
y, también, por el locutor de la asunción en el Congreso. Por ahora, es lo que
hay.
Indudablemente, estamos en manos de un mesiánico y no de un
presidente.
Así es imposible que funcione el Congreso, la sociedad. El pueblo.
Alberto Oneto
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