La necrocracia


Desde que tengo memoria, siempre me enseñaron que la mejor forma de vida es en democracia.

Después de haber leído mucho, me convencí.

Me encanta escuchar propuestas políticas. Votar. Elegir.

Lo disfruto.

Y me convencí que siempre es una señal de esperanza. De algo deseable para un futuro de 4 años.
A veces lo mejor. A veces lo menos peor.

Pero, a esta altura, y después de algunos años de vida, me lo estoy poniendo en duda.

No sé si puedo creer que hay algún régimen mejor. Pero si puedo pensar que no está funcionando.

Acaso hay algo mejor?

Considero que este sistema, está muriendo. O mejor lo estamos matando. De a poco.

En estos días reflexionaba que las democracias son lentas. Las “dictaduras” son más ágiles.
Y claro, más eficaces.

Pensemos que hoy tenemos tres potencias mundiales: EE UU, China y Rusia.
Dos de ellas son dictaduras. O gobiernos totalitarios, según como queramos llamarlos.

Y convengamos que a China no le va mal y que Rusia tiene un poderío inmenso.

Otro caso singular es Corea del Norte, así como muchos países de Asia.
Pensemos en Qatar, por ejemplo. O los Emiratos Árabes.

Sin ir más lejos, es notoria la recesión política que está sufriendo la Unión Europea, donde los gobiernos neoliberales (regímenes poco democráticos) ocupan cada vez más espacios.

Las principales causas destacables de la crisis de la democracia representativa

Por José Manuel Canales Aliende

Existen múltiples y diversas causas de la llamada y calificada crisis de la democracia representativa. No obstante, cabe señalar como las causas más relevantes y destacables las siguientes:

a) La globalización económica y sus efectos.

b) El resurgimiento de fenómenos y procesos autoritarios, especialmente en los antiguos Estados comunistas del Este Europeo, Asia y África.

c) La crisis de la Unión Europea, en particular, después del referéndum británico y del brexit.

d) El nacimiento y la expansión de populismos de ideologías de derechas y de izquierdas como intentos salvíficos y utópicos de salida de la crisis.

e) La progresiva pérdida del papel geopolítico de Occidente y, en particular, de la Unión Europea y de los Estados Unidos frente a los países asiáticos emergentes y poderosos en la economía y en el comercio internacional, como China o los denominados tigres de la economía asiática: Singapur, Malasia y Corea. La geopolítica y la economía mundial trasladan sus centros decisores y neurálgicos hacia el Pacífico.

f)  El debilitamiento y la fragilidad de las instituciones públicas y la patrimoniolización de estas por el clientelismo político o económico.

g)  El alza descontrolado de los precios del petróleo, y la desregulación y el descontrol de los mercados.

h)  La pérdida del papel transformador e integrador de las élites políticas junto a la disminución de la capacidad —conocimiento, habilidades y destrezas— de sus titulares.

i)  La crisis de los partidos políticos, actores clave y únicos de los sistemas políticos. Estos sufren procesos de endogamia, opacidad, y de financiación, a veces irregular e incluso ilegal. Hoy son más débiles, están más fragmentados y más polarizados.

j)  La tendencia al pensamiento único monetarista, individualista e insolidario, eficientista, y cuyo único valor es el mercado.

k) La pérdida de la visión del espacio público y de los valores públicos, en especial, de la ética pública.

l)  La corrupción política y administrativa.

m) La tendencia al hiperpresidencialismo.

n)  La falta de la suficiente transparencia pública y de la rendición de cuentas.

o)  Las vías y medios de participación y de representación política, insuficientes o meramente simbólicos.

p)  La transformación y la degradación del poder y de las nuevas formas de pensar en él.

q)  El nuevo papel y la mutación de los tradicionales medios de comunicación.

r)  Los roles sociales y su incidencia inmediata en la realidad social.

s)  La disminución o la desaparición del debate público sobre las cuestiones públicas. La agenda política queda reservada a los poderes políticos, las élites y los grupos de presión.

t)  La desconsideración y la falta de praxis suficiente del diálogo, el consenso y el pacto político.

u)  La pérdida de eficacia de la salvaguardia y la garantía de los derechos humanos formalmente consagrados en los ordenamientos jurídicos.

v)  La degradación, la lentitud, la ineficacia y la politización del servicio público de la justicia y del poder judicial.

w)  El descontrol de la actuación de los lobbies.

x)  La fractura social, y la ruptura del contrato social y la paz social.

y)  La aparición del yihadismo y del terrorismo internacional, fruto de la pluralidad y la complejidad sociales.

Son, para mi gusto, muchas las causas para que la democracia no esté resultando lo que todos creemos.
Entonces, estamos viviendo en una democracia o en una pseudodemocracia?

No será que nos estamos aferrando a un sistema institucional que ya no funciona, al menos en su concepto?

Si así fuera, estamos corriendo un riesgo enorme: creer y seguir apostando a una ficción.

Para concluir, debe señalarse que el sistema político de la democracia representativa tiene el reto y la obligación de adaptarse al nuevo contexto para sobrevivir. Su viabilidad actual puede y debe superarse.

El precedente de la transformación tras el período crítico de las dos guerras mundiales debe ser una guía. La solución y la única vía frente a los defectos de la democracia solo son más y mejor democracia, antes que muera.

Pero, estamos capacitados?

O debemos resignarnos?

Quien tenga las respuestas, que tire la primera piedra. O mejor dicho, la primera idea.

Alberto Oneto

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