Resignación
Las primeras noticias del llamado síndrome de resignación llegaron de Suecia en los años noventa. Se trata de un extraño cuadro neuropsiquiátrico que afecta a los hijos de refugiados procedentes de las antiguas repúblicas yugoslavas y soviéticas. Familias en trámite de asilo.
El desencadenante es la denegación del permiso de residencia en Suecia. Los
menores afectados parten de un estado de depresión y van sumiéndose en un
estupor que termina por dejarlos catatónicos, inconscientes y arreactivos,
incluso ante estímulos dolorosos, casi como si estuvieran en coma.
En Suecia los llaman popularmente niños apáticos (apatiska barn), y se los ha
llegado a acusar de fingir para poder quedarse en el país.
El debate público generado en Suecia cobró tal magnitud que, en 2014, el
Consejo de Salud y Servicios Sociales sueco declaró que se trataba de una nueva
entidad nosológica y la bautizó como uppgivenhetssyndrom.
En inglés, se ha traducido como resignation syndrome. En castellano, como
cabría esperar, se lo nombra como síndrome de resignación.
Pero ¿en qué sentido se usa resignación?
El primer significado que viene a la mente en español es el de conformarse,
aceptar una situación contra la cual uno se opuso en un principio; por ejemplo,
decimos que alguien se resigna a un trabajo que no le gusta, pero lo hace.
En inglés, en cambio, el primer significado es el de
renuncia o dimisión (to give up a job). Para ir a la raíz del problema
terminológico, veamos qué significa uppgivenhet en sueco. El doctor Karl
Sallin, pediatra del Hospital Universitario Karolinska de Estocolmo y autor de
una exhaustiva revisión sobre el síndrome, nos explica que uppgivenhet es un
sustantivo derivado del verbo att ge upp (visiblemente emparentado con el
inglés to give up) y denota un estado psicológico de renuncia por desesperanza.
Sallin, quien tradujo el término al inglés, considera que resignation refleja
bien el original sueco. En cambio, en castellano, si el primer significado
asociado con resignación es el de aceptación de algo negativo, sería más
adecuado llamarlo síndrome de renuncia o síndrome de rendición, es decir, el
estado de alguien que se rinde (someone who gives up), que renuncia a seguir
luchando (gives up a fight) y que abandona toda esperanza (gives up hope).
En realidad, viene a ser lo contrario de resignarse. En todo
caso, el debate conceptual no está zanjado. Algunos especialistas consideran
que estos trastornos ya estaban descritos y que no hacía falta inventar
términos nuevos. Por otro lado, la afirmación de que la única cura es la
concesión de asilo enardece, como es lógico, a quienes acusan a los niños de
fingir.
En los últimos años, además, se han comunicado casos parecidos en la isla
micronesia de Nauru, entre niños internados en los centros australianos de solicitantes
de asilo.
El tiempo dirá si tendremos que seguir hablando del nombre
de este síndrome o si todo se reduce a una curiosidad más en la larga y
compleja historia de la terminología psiquiátrica.
Sophie
Sophie, de 9 años, se muestra totalmente inerte. Su cabello,
sin embargo, es grueso y brillante, como el de una niña sana.
Pero los ojos de Sophie están cerrados. Usa un pañal y lleva
una sonda adherida a la nariz: así es cómo la niña ha sido alimentada durante
los últimos 20 meses.
Sophie y su familia están buscando asilo y vienen de la
antigua Unión Soviética. Llegaron en diciembre de 2015 y viven en un
alojamiento para refugiados en una pequeña ciudad en el centro de Suecia.
"Su presión arterial es bastante normal", dice la
doctora Elisabeth Hultcrantz, voluntaria de Médicos del Mundo. "Pero su
pulso es elevado así que quizás está reaccionando por tanta gente que vino a
visitarla hoy".
Hultcrantz analiza los reflejos de Sophie. Todo funciona
normalmente. Pero la niña no se mueve.
Hultcrnatz, que solía ser cirujana otorrinolaringóloga antes
de retirarse, se muestra preocupada porque Sophie ni siquiera abre la boca.
Esto puede ser peligroso porque si hubiera algún problema
con su sonda, la niña se podría ahogar.
Pero, ¿cómo una niña que adoraba bailar se volvió tan
inerte?
"Cuando le explico a los padres lo que ocurre, les digo
que el mundo ha sido tan terrible que Sophie se ha vuelto hacia sí misma y ha
desconectado la parte consciente de su cerebro", dice Hultcrantz.
Los profesionales de salud que tratan a estos niños están de
acuerdo en que el trauma es lo que ha causado su aislamiento del mundo
La seguridad cura
El principal causante de este síndrome parece ser el trauma
en el cerebro humano y el impacto que las expectativas negativas tienen en la
persona, según Àurea Autet, profesora de Conducta Humana de la Facultad de
Medicina de la UVic-UCC. "Durante mucho tiempo hemos minimizado el impacto
del trauma en el neurodesarrollo y en la vida de la persona, pero es brutal y
acaba produciendo una afectación física".
En los casos descritos, la recuperación ha tardado varios
meses o años y ocurre luego de que la familia ha logrado estabilidad desde el
punto de vista migratorio.
Para Autet, uno de los requisitos imprescindibles para
revertir la situación es que los niños y niñas vuelvan a sentirse seguros.
O ‘Sullivan cree que la respuesta del síndrome de la
resignación no la tiene la neurología, sino que va mucho más allá. Los niños
afectados están reaccionando inconscientemente a una situación cruel en la que
los estados sueco y australiano les están dando la espalda. Les están diciendo
que no son bienvenidos y que deben marcharse a un lugar donde les espera
sufrimiento o muerte.
Y no hay que perder de vista de que ese rol de víctima
enfermiza ya forma parte del folklore de su pequeña comunidad. La experta cree
que la ciencia ha descuidado la importancia del entorno social en el desarrollo
de enfermedades, privilegiando las causas psicológicas y biológicas.
Los brotes de enfermedades psicosomáticas masivas ocurren en
todo el mundo, varias veces al año, pero pasan desapercibidas y no son
debidamente estudiadas.
La psicóloga Cristina Roda Rivera cree que los niños con
síndrome de resignación quieren vivir pero han olvidado cómo hacerlo.
“Con estos datos, lo que nos queda claro es que tenemos una
responsabilidad con estos niños, reconstruir su vínculo roto con el mundo es
asegurar su conexión en el tejido social, además de garantizar su seguridad y
derecho al asilo. No es un gesto de solidaridad, es un derecho adquirido que
todos los humanos tenemos por el mero hecho de nacer en cualquier parte de este
mundo”, escribió Roda en La mente es
maravillosa.”
Conclusión
Quizás mi análisis de lo antedicho sea muy parcial o
peculiar.
Pero me lleva a preguntar dos cosas de diferente índole.
La primera pregunta es por qué sucede con niños y
adolescentes y no con adultos.
La otra pregunta es si este síndrome no va más allá de las
atroces situaciones que se describen.
No será que no haga falta llegar a tal grado y comencemos a
resignarnos ante situaciones igualmente críticas, pero no tan atroces?
Pienso si no padecemos un síndrome de la resignación
atenuado y acomodado por las circunstancias.
Obviamente hay situaciones incomparables.
Pero me da para pensar si ante circunstancias mucho más leves
de las descriptas, no elegimos adormecernos, desconectarnos, pensar en no
pensar, o no pensar en pensar.
No somos exiliados, pero sí.
Ya dejamos, hace rato, de vivir en nuestro país.
Vivimos en un lugar parecido, con gente parecida. Que habla nuestro mismo
idioma. Pero que ya casi no reconocemos.
Alberto Oneto
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