DISEÑO POVERA
El término arte povera (arte pobre) es una tendencia dada a
conocer en la segunda mitad de la década de 1960 en Italia, cuyos creadores
utilizan materiales considerados pobres, de muy fácil obtención, como madera,
hojas o rocas, vajilla, placas de plomo o cristal, vegetales, telas, carbón o
arcilla, o también materiales de desecho y, por lo tanto, carecían de valor.
Por estas tierras, nacía el Centro Editor de América Latina
(CEAL) fundada en 1966, durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, por Boris
Spivacow.
La editorial funcionó hasta 1995.
El CEAL se caracterizó por tres cuestiones fundamentales: la excelente calidad
de quienes escribían y organizaban las colecciones, su precio económico y
accesible para amplias capas sociales y por su escasa rentabilidad económica.
El equipo inicial estuvo conformado por el diseñador Oscar Díaz, y los
intelectuales Beatriz Sarlo, Aníbal Ford, Horacio Achával, Graciela Montes,
Susana Zanetti y Jorge Lafforgue.
Boris, que venía de ser director de EUDEBA, formó este
proyecto con una sola cosa en la mente: hacer muchos libros, especialmente
colecciones y que fueran accesibles para todo el mundo.
Su premisa era más libros para más.
Lo primero que hizo fue rodearse de los mejores.
A cada uno de los editores le
encargó que piensen en colecciones interesantes, pero que no requirieran costos
de autores locales ni extranjeros.
Con los extranjeros, una de las artimañas era hacer sinonimias para no tener
que rendirle cuentas a nadie.
Para mejor, las sinonimias que ellos hacían, generalmente eran mejores que los
originales mal traducidos.
Con los locales, se transaba.
Al Negro Díaz le pidió que se
encargara de averiguar cuáles eran los formatos de pliegos más utilizados con
la condición que fueran papel obra (el más económico) y del gramaje más liviano
posible.
Los 3 formatos más utilizados en
esa época eran 65x95, 74x110 y 84x118.
Y el Negro recomendó que sean de 80 g.
Con menos gramaje se hubiera transparentado la impresión del dorso.
A los 15 minutos que Boris tuvo
esa información, como era además un gran matemático, hizo un par de cuentas y
decidió cuales eran los 3 formatos que iban a tener los libros que se publicarían
de ahí en más, sin desperdiciar un solo gramo de papel.
La segunda tarea del Negro era
decidir que tipografía utilizar y en qué cuerpo se iban a imprimir los libros.
Con la familia tipográfica, no
hubo mucha discusión. Eligió la Garamond porque es una de las tipografías que
mayor facilidad tiene un adulto para leer. Y además, era fácil que las
linotipias de esa época la tuvieran en todas sus variables.
Con el tema del cuerpo, la cosa no
fue tan fácil. El Negro planteaba cuerpo 10. Borís sostenía a rajatablas cuerpo
8.
Obviamente Boris hizo cuentas rápidamente y se dio cuenta que en ese cuerpo,
ahorraba muchas hojas.
Y es que su otra premisa era «Un
libro al precio de un kilo de pan»
Llegaron a un acuerdo.
Para las colecciones de libros largos iba el cuerpo 8 con el formato de libro
más chico que había decidido Boris. Para las colecciones más cortas iba el cuerpo
10 con el formato más grande.
Todo también se basaba en la
relación entre el cuerpo y el ancho de línea que daba cada formato.
Sabemos lo difícil que es sostener
una lectura fluida de líneas muy largas con cuerpo chico.
Estas decisiones llevaron a decidir
que las colecciones de muchos libros tendrían un formato chico y las de menos
cantidad de libros un formato más grande.
Acá entraba otra variable.
A ningún lector le gusta que un libro sea muy gordo. Prefiere algo cómodo para
las manos. Pero tampoco elige un libro muy finito. Cree que no vale la pena
pagar por algo de tan pocas páginas.
Los cuentos del Chiribitil
Con el tiempo, Boris se fue “ablandando”.
La primera colección que salió de
ese esquema, fueron Los Cuentos del Chiribitil.
Estaba pensada por Graciela Montes para niños que recién empezaban a leer.
Esto condicionaba.
Con el Negro investigamos mucho y
descubrimos que los niños, en esa etapa, comprenden mucho mejor la lectura con
un tamaño de libro que no sea muy pequeño, que además, los relatos sean breves
y, fundamentalmente que la tipografía sea sans
serif y de cuerpo 16.
También utilizar papel ilustración de baja calidad, pero encapado al fin para
que se lucieran las ilustraciones.
Logramos persuadir a Boris. Un
logro y también un éxito de demanda.
Así, luego, pudimos convencerlo de
publicar Atlas Total, que contenía imágenes satelitales y Pintores Argentinos
del Siglo XX con reproducciones de obras. Era inevitable pasar a un papel
ilustración de mejor calidad.
En el fondo, lo convencimos de que
una publicación podía costar 1 ½ kilo de
pan.
Por suerte las dos fueron otro
éxito de ventas.
Las tapas
Siempre creo que muchas veces
compramos algo por su imagen externa.
Botellas con etiquetas hermosas
sin saber que tan bueno es el vino.
Discos que nos atrapan por la tapa
y no tenemos idea de quién es el músico en cuestión.
Y libros que elegimos sin saber ni
siquiera quien es el autor.
La inventiva del Negro Díaz, bajo
la consigna de no tener que gastar en la producción de las tapas, manejaba
diferentes técnicas, sin tener que pagar a proveedores externos pero siempre
acorde a los temas de cada colección. Y no defraudaba:
-Obras plásticas con derecho de
autor universal
- Collages
- Viñetas o ilustraciones de uso
masivo coloreadas a mano
- Barras de colores
- Efectos tipográficos
Entre tantas otras variables.
Los fascículos
Otra genialidad de Boris fue la de
hacernos conocer a los argentinos los fascículos. Eran cuadernillos temáticos
que se vendían semanalmente en los kioscos a un precio muy bajo, y que cada
cierta cantidad, generalmente 12, el lector luego los podía llevar a locales
del CEAL, y se los canjeaban por tomos encuadernados, sin pagar precio extra.
Cuando no había público, Boris lo
inventaba.
Así, los fascículos llegaban a escuelas, hospitales, ferias barriales.
Una fábrica de cultura
Boris Spivacow publicó cerca de 5.000
títulos a lo largo de treinta años.
El proceso de producción del
Centro Editor, fue al mismo tiempo industrial y artesanal: industrial por el
gran volumen de publicaciones y la gran tirada de cada una (entre 10.000 y un
millón de ejemplares, según el título) y artesanal porque se desarrolló a fines
de la década de 1960, cuando todavía no había computadoras ni fotografía
digital.
"Centro Editor fue pionera en
insertarse en la industria cultural para hacer publicaciones de calidad.
Spivacow no se planteó la disyuntiva entre calidad y cantidad. Logró las dos
cosas", explicó Judith Gociol, del equipo de la Biblioteca Nacional.
Fueron en total 79 colecciones
dedicadas a la literatura clásica y contemporánea, la teoría crítica y
literaria, el arte y las ciencias sociales, compuestas por entre 100 y 400
títulos cada una.
La quema de libros
Ordenada por un juez durante la dictadura militar, después de un juicio que duró dos años resolvió que el 30 por ciento de los títulos secuestrados en un operativo en 1978 eran "peligrosos para la seguridad nacional".
Así fue como en 1980 se quemaron 24 toneladas de libros del CEAL en un baldío
de Sarandí.
Pero, como el Ave Fénix, el CEAL
siguió volando por mucho tiempo más.
Y sigue volando.
Alberto Oneto
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