El grito

 El grito, Edvard Munch


“Los niños juegan, y juegan y juegan,

Van de paseo, van a la escuela,

Con los zoquetes y con las medias

Ciudadela”

Este jingle que yo lo escuchaba por la radio cuando era chico, ya que no existía la tele, al menos en mi casa, me encantaba. Nunca supe por qué.

Hoy sí.

Que lindo que era jugar, pasear y también ir a la escuela.

Más de uno pensará como es que me gustaba ir a la escuela. Para muchos era como un castigo. Sin embargo yo siempre lo vi como un espacio único, alternativo. Era estar en un lugar distinto. Estar con mis compañeros, que de a poco, algunos se harían amigos.
También, además de estudiar, era un espacio para jugar. Divertirnos.

Enfrente de casa hay una escuela primaria. El bullicio de las 8.30 en la entrada y el de las 16 de la salida es importante. Obviamente el de la tarde es más importante.
Para los vecinos es ruido y bullicio. Para mi es una melodía.

Gritos disonantes. Risas y más risas. Nombres de ellas y ellos. Algunas malas palabras, algunas despedidas de amor. Con un volumen ascendente, descendente perfecto. Todo en una disonancia armónica (un oxímoron).

Un capítulo aparte son los recreos.

En los recreos la necesidad de correr, saltar y gritar es evidente

Suena el timbre y estalla la alegría de los chicos. Quieren descargar sus energías, la viven con mucha intensidad, sin descansar un minuto. Asoma también menos tolerancia y más agresión.

Corren de un lado para otro. Se tiran al suelo. Gritan. Cuatro niños se encuentran en el centro, levantan sus manos; segundos después uno sale disparado contra otro que pasó por atrás. Se disuelven. Al lado otro grupo: quieren empezar a hacer una ronda. El intento es válido pero no pueden esperar a ponerse de acuerdo y la ronda se desarma.

Hay juegos que antes eran más comunes verlos en la escuela: la escondida, la mancha, la cachada, saltar la soga, jugar al elástico, las bolitas, las figuritas. Todas, además de la necesidad de interactuar con otros participantes, porque si no no se podían realizar, exigían ciertas destrezas físicas que se ganaban al hacerlas.
Correr, saltar, la puntería y la audacia, entre otras.

Lo primero que se advierte en cada recreo es la necesidad de descargar energías, de querer jugar a lo que sea y como sea.

Los docentes, tratan aunque imposible, de incentivarlos a juegos en donde no corran tanto. Al parecer, y si bien puede haber particularidades, es uno de los poco momentos en el día en donde se encuentran entre sí.

Se puede advertir es que correr, jugar y gritar les gusta y los divierte. De hecho las risas son permanentes.
Sin embargo, la directora de una escuela, sostiene que hoy les cuesta ponerse de acuerdo en cómo van a jugar. A su vez, cuando lo hacen, no siempre están dispuestos a aceptar que se puede perder. “Todo lo que pasa en la sociedad es como una caja de resonancia en la escuela. El niño cada vez tolera menos, viene con mucha agresión y tratamos de entender por qué ocurre eso”

“Los chicos quieren estar continuamente corriendo, quieren descargar sus energías pero dentro de la institución”, dijo y agregó: “Es como que están en sus casas pero no se los deja salir mucho a jugar con sus amigos o sus vecinos, entonces necesitan jugar y correr en la escuela”.

Lo dice una docente desde 1984. El contacto con los niños le permite mostrar algunas diferencias con la forma en que se relacionaban los niños entre sí hace más de 20 años atrás.

Si bien puede haber situaciones que son especiales, es muy difícil encontrar a un niño o a una niña que no les guste jugar con otros o compartir una tarde en una plaza.

“En el aula se torna muy difícil. Les cuesta mucho estar quietos. A veces en la dinámica de las docentes, hay momentos que necesitan orden y se dificulta que estén quietos en sus bancos”, dijo la directora.

Cuenta que a veces los docentes arman rondas en el patio o determinados juegos a fin de poder lograr atraerlos con una alternativa. Pero “se aburren enseguida y buscan otra cosa para hacer al instante”, dijo.

En definitiva, hay una infinidad de experiencias que se pueden advertir y de hecho son parte de un estudio permanente, sobre todo en la forma en que se dan las relaciones entre las personas. Sin embargo, en 20 minutos se ve a simple vista, la necesidad de jugar y de correr que tienen los niños.

Después de leer lo que expresa esta directora, reflexioné sobre 2 temas.

Por un lado, pensé que cuando era chico, además de la escuela tenía la calle y el barrio como espacio para jugar, salir de casa y encontrarme con mis vecinitos. Hoy ese espacio, ya no existe.

Por otra parte, reflexiono que mi infancia era mucho más tranquila, principalmente por la falta afortunada de estímulos que hoy existen y que no conducen a nada en esa edad.

“Las diferentes etapas en el desarrollo humano tienen unos retos asociados y aprendizajes derivados que deben superarse. Los niños aprenden a través de sus sentidos y de la experiencia; por esta razón, es importante exponerlos a juegos con los que puedan explorar el mundo a través de sus sentidos y del movimiento. Esto asegurará que logren las habilidades y los aprendizajes requeridos para continuar satisfactoriamente con su proceso de desarrollo”, nos explica la psicóloga Julia Solano, con formación en Maestría en Psicología Evolutiva, Familia, Educación e Intervención, de la Universidad Santiago de Compostela.

Además, no tener la oportunidad de hacer travesuras, de subirse a un árbol, de explorar cada rincón de la casa, de ver un programa de televisión que le gusta o de “cansarte” con sus preguntas, algunas inoportunas, será motivo de otros componentes desestabilizadores para el presente y futuro de tu pequeño, al causarle frecuentemente tristeza, aburrimiento, ansiedad y agresividad, entre otras reacciones.

Así son los nenes. Los de hoy y los de antes. Diferentes, como todo. Como todos.

Pero ellos tienen, como la tuvimos nosotros,  la gran capacidad y sabiduría de ser eso, niños.

Alguien alguna vez les dedicó una canción. Bellísima.

https://youtu.be/ao9wyogAlZI?si=YpGr3IBsyfn9iPiP

Llamar, gritar, chillar, aullar, clamar, vociferar, exclamar

Llamar es emitir la voz para atraer la atención de otro, ya sea con palabras o con un enuncido inarticulado. Los animales llaman a sus parejas o a sus crías; un hombre llama a su perro, a su caballo, etc. El sentido se amplía para incluir la llamada mediante una campana o cualquier señal.

Gritar es llamar o exclamar con el volumen más alto de la voz sostenida.

Chillar es emitir un grito más agudo; chillar o aullar se refiere a lo que es aún más fuerte y más salvaje.

Gritamos palabras; al gritar, chillar o vociferar a menudo no hay ningún intento de articulación.
Gritar es emitir gritos ruidosos y sin sentido, como los de un niño que sufre o se enfada. El bramido y el rugido se aplican a las expresiones de los animales, y solo específicamente a las de las personas.
Clamar es emisión con una iteración ruidosa; También se aplica a los gritos confusos de una multitud.
Vociferar se aplica combinadas al habla fuerte y excitada donde hay poco más que el ejercicio de la voz.
Al exclamar, la expresión puede no ser llamativamente, aunque algo, por encima del tono y el timbre ordinarios. Podemos exclamar por meras interjecciones, o por palabras conectadas, pero siempre por alguna expresión articulada.

Gritar es emitir una expresión más fuerte y más excitada que al exclamar o llamar; uno a menudo exclama con alegría repentina así como con tristeza; si grita, es más a menudo por pena o agonía. En el uso coloquial más común, llorar es expresar pena o dolor llorando o sollozando. Uno puede exclamar o gritar sin pensar en la presencia de los demás; Cuando llama, es para atraer la atención de otro.

Otra fuente propone diferentes implicaciones para algunos de estos términos, afirmando que "el llamado normalmente se dirige a una persona específica... y el grito se proyecta a un objetivo distante pero identificable, el grito se emite a quien quiera que esté al alcance del oído". ". Esta fuente señala por separado que un grito "puede ser de enojo o de alegría; puede estar dirigido a una persona o a muchas; y, a veces, su propósito puede ser simplemente la satisfacción de liberarse o de escuchar un eco".

En psicologia

En psicología, el grito es un tema importante en las teorías de Arthur Janov. En su libro El grito primario, Janov afirma que la cura de la neurosis es confrontar al paciente con su dolor reprimido resultante de un trauma experimentado. Esta confrontación da origen a un grito. Janov cree que no es necesario que cure al paciente de su trauma. El grito es solo una forma de expresión del dolor primario, que proviene de la propia infancia, y la reviviscencia de este dolor y su expresión. Esto finalmente aparece a través del grito y puede curar al paciente de su neurosis.

Janov describe el grito primario como muy característico e inconfundible. Es un "sonido extrañamente bajo, estrepitoso e involuntario. [...] Algunas personas gimen, gimen y se enroscan. [...] Uno grita como resultado de todas las otras veces en las que tuvo que quedarse quieto, se burlaron de él, lo humillaron o lo golpearon". Janov también dice que el grito primario tiene una serie de reacciones; "los pacientes que ni siquiera podían decir 'pi' en casa, de repente se sienten poderosos. El grito parece ser una experiencia liberadora".  Janov notó esto con todos sus pacientes. Las mujeres que parecen tener voces de bebé durante la terapia se están desarrollando con su grito primario una voz muy baja.

Como foco de poder

Gregory Whitehead, fundador del Institute for Screamscape Studies, cree que la voz se utiliza para concentrar el poder: "El grito solía ser un arma psicológica tanto para ti como contra tu oponente, aumenta la confianza a la persona que lo usa. Crear poder con el grito es tener que afectar a alguien sin tocarlo". En este caso el grito es un arma protectora, como también lo utilizan a menudo los animales, que gritan como expresión de poder o durante peleas con otro animal.

Gritando de placer

Los gritos y los alaridos también son una forma de expresar placer. Los estudios realizados con monos han demostrado que cuando las hembras gritan durante el acto sexual, ayudan al macho a eyacular. Un 86 por ciento de las veces en que las hembras gritaron durante un encuentro sexual tuvieron una tasa de éxito del 59 por ciento, en comparación con el 2 por ciento en que no hubo gritos de la hembra.

Gayle Brewer, de la Universidad de Central Lancashire, y Colin Hendrie, de la Universidad de Leeds, llevaron a cabo una investigación similar con mujeres, demostrando que ellas también gritan durante el coito para animar a su pareja a "hacer un mejor trabajo".

El grito como lenguaje naciente

Janovcree que para los bebés, el grito es la única forma de comunicación que tienen; es la única forma en que un bebé puede expresar sus necesidades, que necesita comida, que tiene dolor o que simplemente necesita un poco de cariño. Janov escribe: "El grito es un lenguaje, un lenguaje primitivo, pero un lenguaje humano".

Comunicación y lenguaje

Diana König, periodista y autora de libros de radio, escribe: "Si el grito de los bebés es su primer método de comunicación, el grito de los adultos es una retirada de la comunicación. Al gritar, en contraposición a llamar, la voz se sobrecarga y se amplifica excesivamente, y pierde su control, su sonido fundamental". El grito existe antes del lenguaje y aparece allí donde el lenguaje alcanza sus límites.

Elaine Scarry, escritora y profesora de literatura, habla del lenguaje en relación con el dolor y piensa que el dolor casi destruye el lenguaje porque devuelve a las personas a un estado en el que los sonidos y los gritos dominan, como si fueran sus medios de comunicación antes de aprender a hablar. El dolor en realidad no se puede comunicar, ya que es una experiencia personal y solo se puede experimentar individualmente. El dolor, como cualquier otro concepto, es en realidad una experiencia individual que solo se puede comunicar como una idea y también se debe interpretar como tal. Hegel escribe: "El mayor alivio cuando se tiene dolor es poder gritarlo [...] a través de esta expresión, el dolor se vuelve objetivo y esto establece la conexión entre el sujeto, que está solo en el dolor, y el objeto, que no está en el dolor".

Arnal y sus colegas demostraron que los gritos humanos explotan una propiedad acústica única, la aspereza, que activa selectivamente el cerebro auditivo así como la amígdala, una estructura cerebral profunda involucrada en el procesamiento del peligro.

Para concluir, quiero contar una anécdota.

A principios del año 2011, yo volvía de un viaje por Europa de casi 3 meses. Era una gira que habíamos programado junto al presidente del Correo Argentino, con el fin de presentar estampillas emitidas.
Un día antes, él se baja del viaje y me dice: “Alberto, hacete cargo vos de todo”

Temblé.

Había reuniones ya acordadas con Merkel, con el embajador de Austria y con el de Rumania.

Y ahí fui.

El grado de stress durante ese tiempo fue demasiado para mi cuerpo.
En Austria tuve un pico de presión, por ejemplo.

Salí airoso. Pero tuvo un costo.

A la semana de volver a BA, jugando un partido de paddle, por pifiar una pelota, grité tanto y tan fuerte, que me provocó un infarto.

El grito puede ser también, una trampa mortal.

Alberto Oneto

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