Lágrimas de un millón

 

El mismo gobierno que dice que “no hay plata” para aumentar jubilaciones o construir puentes y rutas gasta fortunas en todo tipo de armamento para las llamadas “fuerzas de seguridad” como la Policía Federal, Gendarmería o Prefectura.

Desde que asumió Patricia Bullrich su segunda gestión al frente del Ministerio de “Seguridad”, gran parte de esos pertrechos represivos terminan descargándose sobre los cuerpos de miles de jubiladas y jubilados, trabajadoras, trabajadores y estudiantes cada vez que se realiza una movilización contra el ajuste que impone La Libertad Avanza (con acompañamiento de “opositores” políticos y operadores mediáticos).

Varios de esos cartuchos, llamados “de hostigamiento”, son disparados por Policía Federal y Gendarmería contra la masiva movilización de jubiladas y jubilados, hinchas de fútbol, la izquierda y diversas organizaciones. Uno de esos disparos, realizado por el cabo primero Guerrero de Gendarmería, impactó de lleno en la cabeza de Pablo Grillo, el reportero gráfico que sigue luchando por su vida.

Cada una de esas municiones se pagó U$S 169, es decir $ 183.872 (tomando un dólar oficial a $ 1.088). La erogación total fue de U$S 992.875, equivalentes a $ 1.080.248.000 (siempre a dólar oficial). Si se tiene en cuenta que en marzo la jubilación mínima (con el bono de $ 70.000 congelado desde hace un año) apenas alcanza los $ 349.000, lo gastado en gas lacrimógeno equivale a 3.095 de esos haberes.

El disparo de dos cartuchos de ese gas lacrimógeno vale más que una jubilación mínima con bono, que perciben 7 de cada 10 adultos mayores.
Un haber que, encima, cada vez está más lejos de lo que vale la canasta básica de los jubilados, estimada hoy en $ 1.200.000 por la Defensoría de la Tercera Edad.

Hoy, miércoles 19 de marzo, Pablo Grillo pudo abrir sus ojos, después de una semana de agonía.

Quizás nos está dando una señal.

Alberto Oneto

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