Un toro

A los 13 años empezó a militar en la UCR por su devoción al primer Presidente post dictadura.

Nació y creció en el barrio porteño de Caballito, en una vida de unicidad con su madre Silvia, con dificultades económicas que afrontaron ellos dos solos, espalda con espalda.

Ni su padre, con quien pasó poco tiempo, ni su madre eran militantes. Él era peronista de derecha y ella, de ideas progresistas, seguía a Alfonsín.

Quizás el primer presidente de la Nación de la post dictadura representaba para él la figura paterna ausente en casa.

La muerte de Alfonsín y nuevas épocas, lo fueron arrimando al Kirchnerismo.

No se quedó con nadie.

Dentro y fuera de los partidos políticos, fue construyendo su propia imagen.

Alguna vez dijo, “Yo no soy un tipo talentoso. Yo no soy muy inteligente, soy muy laburante, soy muy persistente, trabajo mucho, todo lo que digo lo tengo pensado de muchas horas y años”.

Y se nota. Pero de a poco logró ser más talentoso y más inteligente.

Como a todo toro, le falta pulir un par de aspectos para lograr su mejor imagen. También le falta tiempo.

El toro es un San. Como San Lorenzo, su club de los amores. Como San Francisco de Sales, escuela donde estudió.

Si vamos a las últimas elecciones en la Ciudad de Buenos Aires, salió segundo por muy poco margen.

Su contrincante, el vocero Adorni, le ganó. Pero no ganó él. A nadie le importaba si era Adorni o mi tía. Atrás estaba Milei.

En cambio Santoro ganó su lugar por sí mismo. Sin peronismo ni radicalismo que lo amparare. Sacó pecho solo.

Y esto último, es quizás una señal de la que todos debiéramos tomar cuenta.

Los líderes no necesitan de un gran aparato para sobresalir.

Quizás estemos presenciando el nacimiento de ese líder que tanto estamos necesitando, y que de él y de nosotros dependerá hasta dónde llegará.

Lo que es inevitable pensar, es que lo precisamos.

Alberto Oneto 

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